Y... transformo tu sombra en el dolor de tu mirada, como dos destellos plateados prestados por la misma luna. Solo segundos. Después, esa mirada se torna plata fría de mar en un día nublado, que no deja pasar nada.
Me cala el frío de soledad, de nuevo instalada, y, ya no lucho, quédate contigo, con tu mirada gris.
Volveremos a encontrarnos, ya sin falsas esperanzas, solo se cruzaran nuestras tristes miradas.
Volverá mi alma a recordar. Por segundos, sabre que sigo de ti enamorada, después, solo quedaran juntas una quimera y la nada.
Carmen.