Leo contundentes líneas de un adiós esperado, no deberían amanecer los días de negaciones, aplastan como el cielo plomizo de una tormenta de verano, caliente indeseable y sin embargo despertamos y leemos…
Con el constante humo de un cigarro fumado entre ojos cristalinos, con el raspeo que deja el licor al pasar por la garganta ya mortificada por un molesto nudo amenazando con acomodarse en los ojos, seguimos la lectura, quizás para eso están destinados el tabaco y el alcohol, para ese dolor.
A veces, seria preferible ser sumisos, cumplir los estrictamente las funciones que se nos encomiendan, acatar ordenes, ser maquinas precisas, obedientes, dedicadas a una función especifica, imagino esa opción y sencillamente la adoro… no tener alma.
Sin embargo aprendemos y decidimos, seguimos sentimientos la entrega aun mínima, desorienta, manejamos algo que somos incapaces de controlar, nos hunde, quizás toda una vida, quizás un solo segundo, pero seguimos sintiendo.
Pisamos espejos rotos en miles de pedacitos, chirrían bajo nuestros pies y aun así seguimos pisando.
Con el constante humo de un cigarro fumado entre ojos cristalinos, con el raspeo que deja el licor al pasar por la garganta ya mortificada por un molesto nudo amenazando con acomodarse en los ojos, seguimos la lectura, quizás para eso están destinados el tabaco y el alcohol, para ese dolor.
A veces, seria preferible ser sumisos, cumplir los estrictamente las funciones que se nos encomiendan, acatar ordenes, ser maquinas precisas, obedientes, dedicadas a una función especifica, imagino esa opción y sencillamente la adoro… no tener alma.
Sin embargo aprendemos y decidimos, seguimos sentimientos la entrega aun mínima, desorienta, manejamos algo que somos incapaces de controlar, nos hunde, quizás toda una vida, quizás un solo segundo, pero seguimos sintiendo.
Pisamos espejos rotos en miles de pedacitos, chirrían bajo nuestros pies y aun así seguimos pisando.