miércoles, 27 de marzo de 2013

Somos velas...




Quizá la vida sea solo esto, aparecer en luces dedicadas a muchas personas que tratan de apagar ciertas brasas mal apagadas.
Quizá, sean brumas de aire con sabor a oleaje mal simuladas, que acaban en tormentas,  renaciendo en madrugadas.
Quizá, el atisbo del miedo se vaya resquebrajando despacio soltando ese lastre abrumador.
O quizá,  el olor a miedo sea tan real, que nos enroscamos en nuestro propio ser dando acceso a la nada.
Quizá, nos volvemos candiles ante el sueño de prometedoras antorchas.
Quizá, los amaneceres acompañados no están hechos para lunáticos.
Quizá, unir nombre con el verbo amar, sea imposible para candelabros de plata ajada.

Somos velas que se consumen solas,  sin esperanza de que las apaguen, sin promesa de encendernos de nuevo, mechas ya desgastadas, velas con aroma a Ángel, adicciones ocultas, escudos protectores defendiendo maltrechas almas.

Quizá, ese aire sople solo en el calor de una mirada con esencia a tierra mojada, a tomillo, a trigo en agosto, a romero en flor, a azahar, a lirio, a lilas recién cortadas, a amapolas, a margaritas blancas, a nenúfar acunado por el agua, a susurro de mar, a viento del Levante, a tardes de verano...

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