viernes, 4 de diciembre de 2009

Por fin un lustro sin ti.



Siguen las finas partículas de arena marcando despacio el tiempo dentro de su universo de cristal.

No hay mas razones para que la melancolía siga pasando mezclándose con esa suave arena, que compasiva, arropa suavemente su destino, el de hacerla desparecer tras una eternidad.

Acompañando a esa melancolía, la maldita soledad, que tan insistentemente se acomodo en mí y que ahora comienzo a ver que no es mi compañera infatigable, si no, que se agota en su insistencia y retrocede por mi indiferencia ante ella, aunque sigue dando palos de ciego ahora se encuentra desubicada.

El poder de ese reloj, ver el paso de la arena por el estrecho embudo, hace que por fin se aleje el recuerdo de tu cobardía dejando el cristal transparente, ese tiempo, que antes era mi enemigo, ahora me acompaña dejando atrás su opacidad, incluyéndome en su transparencia, dejándome ver mas allá de ti, y tus mentiras.

El sosiego me acoge en sus brazos, solo se que adoro a tres rosas, que lo demás es minúsculo, como el estrecho paso de dicho reloj.

Ahora trascurre el tiempo sin fatiga, sin miedo, con el desahogo de ver la continua y alegre caída de la arena, antes pasaba lenta y pesada, asfixiante, ahora son margaritas frescas y entremedias mis rosas,

No necesito nada más, por fin un lustro sin ti.

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