Desde mi lugar, tras las tristes ventanas de un sitio donde curación y muerte se dan la mano, mirando a través de la vieja persiana de hierro, veo pasar la tarde de un domingo del mes de enero languidecer, acurrucándose hacia el Este deseando dar paso a una larga noche.
La teja roja viva de los tejados de las casas, las verdes copas de los arboles de los parques vecinos donde imagino que habrá niños jugando, adolescentes ocupando bancos, ancianos hablando de fútbol, o alguna pareja haciendo... lo que hacen las parejas.
Veo también pequeñas montañas que rodean la ciudad, son casi yermas con algún matiz verde que dan sensación de alivio de querer respirar, a lo lejos las altas torres de la catedral vigilan en silencio a sus paseantes que entran y salen de ella mientras escuchan el lamento majestuoso de el gran órgano.
Desde mi lugar siento mas alegría que tristeza, aunque esta sea poderosa, noto como algunas miradas que no pueden verse me observan colmandome de respeto y miedo.
Desde mi lugar veo el paso tranquilo de los coches imaginándome vidas, mientras la mía pasa monótona.
Desde mi lugar la noche se convierte en un suave ópalo negro tendiendo su manto, mientras las luces de la cuidad se muestran lejanas confundiéndose con estrellas, jugando con su suave tintineo de rojos y blancos de las luces de los coches, veo ventanas iluminadas haciendo vida, todo sigue.
Desde mi lugar deseo mas que nada conocerte y ser feliz haciéndome tu lugar.
Desde donde estoy...
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