jueves, 17 de diciembre de 2009

Disfrazando navidades



A veces, un sutil gesto, el rostro de una persona conocida, el suave balanceo del viento o saber que la morriña juega malas pasadas, este atardecer tiñe de rojo las nubes mezclándose con el azul del cielo y el horizonte dándole un color anaranjado, todas esas cosas se mezclan con el verde del árbol frutal de la casa colindante y los suaves tonos que va tornando la fruta, ahora entre verde y naranja, hasta que maduren, y un naranja brillante asome entre sus ramas.

El aroma que desprende hace que recuerde el postre que en esta época normalmente hacia en Madrid hace muchos años, la navidad con mis hijos aun muy pequeños y la prometedora tarde que les habíamos propuesto, llenaban de impaciencia la tranquilidad de una sobremesa contagiándome.

No he querido nunca perderme sus expresiones, era maravilloso ver sus caritas al meterse un trocito de naranja a veces ácida, mezclado con los granos de una dulce y sabrosa granada mientras comentaban su entusiasta viaje por el metro, algo que yo odiaba, pero que para ellos era toda una aventura.

Nosotros vivíamos en el barrio de Hortaleza, y mi marido nos llevo hasta el barrio de Fuencarral desde junto con mi hermana, dos cuñadas, mi suegra y seis niños más saldríamos hacia los puestos de navidad que en estas fechas ponen en la Plaza Mayor, ocho impacientes pequeños y cinco adultos cargados de paciencia y controlando que no pasase nada.
El olor inconfundible de la grasa de los raíles del metro, el de la colonia de otras personas, el del sudor de trabajadores que regresaban a sus casas a descansar, y de algún que otro usuario que había bebido en alguna de esas fiestas improvisadas que dan las empresas en esta época, hacían que tuviésemos los cinco sentidos puestos en los niños, odio el metro.

Ya subiendo por las escaleras de la Puerta del Sol, comienzo a ver la famosa pastelería, La mallorquina, junto con las habituales vendedoras de lotería que abrigadas de pies a cabeza con sus rojas narices, supongo que del frío aunque los corajillos también ayudarían ha soportar dicho frío trataban de vender los últimos decimos para una lotería de ilusiones de esperanzas, que muy poca gente llega a sentir.

Cuando nos cercioramos que estábamos todos juntos, los niños no hacían mas que mirar el reloj que pocos días después verían por la televisión introduciéndonos en el año 1997, mientras una de mis cuñadas les informaba de como era el mecanismo yo me entretuve unos minutos mirando alrededor.

Quiero que ese pequeño recuerdo permanezca muchos años en mí, el bullicio de esas calles, los coches, las personas, un pequeño y maravilloso universo encerrado en la Puerta del Sol.

El mestizaje, turistas, matrimonios y amigos juntos cargados de compras, mendigos pidiendo alguna moneda, drogadictos buscando dinero para sus dosis, policías “vigilando” dicho bullicio, prostitutas y chaperos buscando clientes, amantes caminando deprisa, entrando en los hostales para pasar estar unas horas junto a su amor prohibido y mas gente que llevaban nuestro mismo destino, todos maravillados por el poder de las luces que adornaban las calles.

Comenzamos a andar hacia nuestro destino caminamos por la calle Mayor hacia la calle Esparteros, en un pequeño rincón el olor peculiar de leña y castañas, me hacia volver a mi niñez, los niños encantados ante la idea de poder comer algo calentito, miraban absortos como la castañera estando tan cerca de la lumbre no se quemaba y movía con gran maestría la paleta dándolas la vuelta de vez en cuando para que se dorasen, se agradecía un cucurucho de castañas recién hechas entre las manos, reconfortaba.

Ya en el arco que daba paso a la entrada de la plaza, dirigimos la mirada hacia ellos, las caritas fascinadas por el juego de luces, el jaleo, el canto de los villancicos sonando en la plaza, el olor peculiar de los abetos, hace cerrar los ojos adentrándose, quizás desconectando por unos segundos del alboroto, en un bosque frondoso e imaginas acompañando a esa tarde de fantasía que en cualquier momento saltara un hada y se posara delante de tus narices haciendo un gesto cómplice. Mientras los niños tiran de nuestras manos para ir a todos los puestos a la vez, los espumillones bailando por el aire de la plaza, las figurillas para los belenes, miles de bolas de colores brillantes, artículos de broma, mascaras de personajes famosos, o de monstruos, pelucas de brillantes colores.

Por fin y saliéndose con la suya, salimos de la plaza con los niños y sus mascaras de monstruos, varios spray de nieve artificial, las niñas con pelucas brillantes, su correspondiente corona de princesas y nosotros ya sin la paciencia que creo se nos perdió en algún lugar de esa bendita plaza.

Una “guerra”, nos hace sonreír por unos momentos. Varios “adultos” con spray de nieve recrean sus años perdidos aprovechando esta época, olvidando los problemas de un diario consabido y posiblemente no todo lo feliz que ellos quisiesen, o si, quién sabe…

Creo que estas fechas están destinadas a los recuerdos, gobernadas por la soledad y son amantes prohibidos de una vida diaria que tiene muy poquito de vida feliz y que aparentamos o disfrazamos aposta para tener una guinda dulce en el martíni al que casi siempre se le pone una amarga.

No me gusta la Navidad, pero logro disfrazarla.

Carmen



viernes, 4 de diciembre de 2009

Por fin un lustro sin ti.



Siguen las finas partículas de arena marcando despacio el tiempo dentro de su universo de cristal.

No hay mas razones para que la melancolía siga pasando mezclándose con esa suave arena, que compasiva, arropa suavemente su destino, el de hacerla desparecer tras una eternidad.

Acompañando a esa melancolía, la maldita soledad, que tan insistentemente se acomodo en mí y que ahora comienzo a ver que no es mi compañera infatigable, si no, que se agota en su insistencia y retrocede por mi indiferencia ante ella, aunque sigue dando palos de ciego ahora se encuentra desubicada.

El poder de ese reloj, ver el paso de la arena por el estrecho embudo, hace que por fin se aleje el recuerdo de tu cobardía dejando el cristal transparente, ese tiempo, que antes era mi enemigo, ahora me acompaña dejando atrás su opacidad, incluyéndome en su transparencia, dejándome ver mas allá de ti, y tus mentiras.

El sosiego me acoge en sus brazos, solo se que adoro a tres rosas, que lo demás es minúsculo, como el estrecho paso de dicho reloj.

Ahora trascurre el tiempo sin fatiga, sin miedo, con el desahogo de ver la continua y alegre caída de la arena, antes pasaba lenta y pesada, asfixiante, ahora son margaritas frescas y entremedias mis rosas,

No necesito nada más, por fin un lustro sin ti.

lunes, 17 de agosto de 2009

Traquilidad


Sentada en un atardecer de verano, con una suave brisa blandiendo a sus anchas, mi vaporosa falda en el patio monasterial, solo el sonido de la naturaleza suena alrededor.

Los pájaros alegras trinan agradeciendo la sutil brisa que les alivia, un ruidoso grillo lanza su canto esperando que su hembra aparezca y requiriendo, ¿Por qué no? Su pequeño protagonismo en la tarde tranquila., retando a los pájaros.

En la fuente milenaria del centro del patio, un zángano revolotea detrás de una coqueta abeja que, haciéndose de rogar, juega con su particular baile, incitándole a retar a la reina y llevarse su amor.

Extrañamente tranquila recibo con agradecimiento el sonido del canto gregoriano de los monjes del monasterio, trasladándome una paz que pocas veces antes he sentido, apartando de mi mente desamores, tristeza y esa soledad que lleva anclada en mi tantos años.

Veo pasar el tiempo serena, mientras observo que el cielo azul va dando paso a nubes amenazando tormenta de verano, el aroma a tierra mojada, el sonido de un trueno a lo lejos, hacen que me alegre, me gustan las tormentas.
Bajo los soportales del monasterio me siento protegida, los luminosos y voraces rayos atravesando el cielo, el sonido atronador de los truenos, el viento, la lluvia cayendo furiosa, hacen que me sienta viva.

La extraña mezcla del canto de los monjes y tormenta, provocan en mi, el atisbo de mi otra yo, la que tenia sueños, la que quería avanzar y lo hacia, esa yo que ahora desconozco y que por unos momentos he recuperado.

Ahora, con el aire impregnado del aroma de los cirios, incienso y velas de la capilla, el olor a tierra húmeda del paso de la tormenta, de la que solo quedan pequeñas gotas que deslizándose por los árboles traviesas juegan con las hojas haciéndoles cosquillas, consigo el sosiego tan deseado.

Aun resuena algún trueno en la lejanía, y yo solo puedo pensar en una cosa, estaba preparada para todo, menos para tu llegada.

martes, 21 de julio de 2009

Pisando espejos rotos


Leo contundentes líneas de un adiós esperado, no deberían amanecer los días de negaciones, aplastan como el cielo plomizo de una tormenta de verano, caliente indeseable y sin embargo despertamos y leemos…

Con el constante humo de un cigarro fumado entre ojos cristalinos, con el raspeo que deja el licor al pasar por la garganta ya mortificada por un molesto nudo amenazando con acomodarse en los ojos, seguimos la lectura, quizás para eso están destinados el tabaco y el alcohol, para ese dolor.

A veces, seria preferible ser sumisos, cumplir los estrictamente las funciones que se nos encomiendan, acatar ordenes, ser maquinas precisas, obedientes, dedicadas a una función especifica, imagino esa opción y sencillamente la adoro… no tener alma.

Sin embargo aprendemos y decidimos, seguimos sentimientos la entrega aun mínima, desorienta, manejamos algo que somos incapaces de controlar, nos hunde, quizás toda una vida, quizás un solo segundo, pero seguimos sintiendo.

Pisamos espejos rotos en miles de pedacitos, chirrían bajo nuestros pies y aun así seguimos pisando.

jueves, 9 de julio de 2009

8 de Julio


Se rompen tardes de alegres pasados.
Solitario, el crepúsculo canta
Canciones agónicas que traspasan almas.
Y no es dolor de despecho, ni de rabia engalanada.
Es dolor de amor que atraviesa el alma.

No existen llamas que sequen lágrimas
Ni luces de velas que de vainilla pintabas
No hay mas peligro que el de la felicidad de tu mirada
Que me mata.

Orgullosa recojo recuerdos,
En dolorosas y ocres cajas,
Que descubren entre lágrimas,
Que ya no es posible nada.


Y maldigo esa hora no una sino mil veces.
Y maldigo este día no una si no mil veces.
Y maldigo mis ganas de saber de ti.
Y maldigo al amor ese que siento aun por ti.

Enjambres de agujas atacan mis piezas,
Mi vista desecha en lluvia de 8 de julio.
Mi nariz taponada de tu esencia regalada.
Mis manos cansadas de buscar imposibles.
Mi boca dolorida de tu boca deseada.

Maldigo lo que me haces sentir.
Maldigo esta agonía sin fin.
Maldigo ilusiones vagas.
Me maldigo a mí.

martes, 9 de junio de 2009

Un regalo de un amigo Akela

He navegado por mares de sueños
Peligrosos mares,
He navegado entre continentes de promesas
Y he naufragado en playas de sueños rotos.

Pero me embarque en nuevas aventuras,
Nuevos mares, nuevos continentes
Buscando otros ojos,
Que como faros me guiaran.

Hoy he visto los tuyos,
Faros en la noche,
En mi noche insomne
En mi noche sin final.

Sirena sin canto…
Sirena con voz de agua cristalina
Sirena que me llama
Para salir de la oscuridad.

Y se que esta noche,
Noche nueva,
Noche de roca infinita,
Veré la luz de sus ojos faro.

Akela

domingo, 7 de junio de 2009

Ni una mirada


Subsisto, sobrevivo como un faro en mitad del océano, vapuleándome el viento a su voluntad, aires y desaires que campan a sus anchas burlándose de la luz que emana de mí sobrepasándome.
No destino a las olas ni una mirada, una tras otra golpean mis cimientos dañándome, mas, me veo incapaz de mirar y gritar que me dejen en una paz que necesito como el aire. Mi luz ilumina un pasado feliz de mar en calma falsa, en el interior brutales tempestades, en el exterior una suave acuarela azul cielo de figurada hipocresía.
En la noche cuando las estrellas juegan con el cielo marcando su particular dominio caen abatiéndome con todo su peso sin mirar el mal ocasionado, simplemente juegan, como infantes insolentes alterándome, violando mí sueño mil veces, pretendiendo que doblegue mis férreos pilares arrodillándome ante ella haciendo que inútilmente suplique.
De que me sirve un grito que no escucha nadie.
De que sirve una lluvia en el mar que solo siento yo.
De que sirve suplica si mi oración la siento insignificante.
Carmen

martes, 19 de mayo de 2009

Empeños...


Marco mi caminar con pasos arrastrados, cerrado los ojos, dormidas mis manos, caminar lento suspiros ahogados.

Ya de nada puedo tirar, no tañen campanas a mi paso por mucho que las quiera hacer sonar, en un día todo hundido, una vida y la nada hallada.

Miro a la mar seducida por su hechizo, sosiego pleno, templado murmullo, cautivándome con su voz calma, no hay pasos que me arranquen hacia ella, me siento clavada.

Mientras la vida pasa ante mi como en una película a muchas mas revoluciones de las que permiten mirar mis ojos cansados, niños que crecen, almas que se aman, lo observo como en un sueño, casi sin darle importancia.

Hoy mi paso no hace camino, hoy mi vida gime, recojo daños tirando toallas, hoy la mar esta parada, de mis ojos ya no recoge lágrimas, mi alma esta seca como un ánima.

En medio de esa nada noto mi metamorfosis en estatua de sal labrada, noto como llega el agua a mis pies, voy deshaciéndome despacio, no siento dolor, ni amor, ni pasión, nada.

Quiero sentir tranquilidad, ver que la vida pasa, y soy incapaz de conseguir nada.

Empeños…

Un hermoso pozo

Tú caminas con la soledad blandiendo su insignia.
No es un camino fácil, lo enmascaras con luces tenues, aterciopeladas vendas, que atas con socorridos lazos, cuerdas encadenadas a la mente impidiéndote racionalizar si hay sentimientos en ti.

Te asemejas a un hermoso pozo pintado de blanco, con el fuste de hierro forjado en perfecto dibujo, con el cubo sujeto a una cuerda, pendiente de una polea ya oxidada, pero que aun mantiene el poder de sujetarte y tirar de ti cual marioneta.

Mientras entras y sales del pozo con el cubo lleno de esperanzas, esperanzas que solo quien domina la cuerda y mientras no sientas el chirriante sonido del carril que la guía, acomodas a tu antojo, ánimas de amor heridas, las que manejas igual que te maneja la dueña de la cuerda a ti.

Solo si la que mantiene la cuerda sujeta tira de ella te detienes tú, quedas suspendido en el aire, silencioso, sutil, tratando de llegar a poner aceite, suavizando la cuerda para seguir acumulando, consiguiendo mas victorias mas gotas, muchas mas gotas de esperanza derramadas.

Hermoso ser insensible, no llegas a saber como te quieren, no intuyes como te quieren, no sabes reaccionar ante el amor, ante él te agujereas desapareciendo, te absorbe amar, te asusta.

Y yo llena de tristeza miro como te balanceas, moviéndote tan fuerte y orgulloso como un gatito herido en su amor propio.

Llegaras a amar, llegaran a herirte, llegaras a sentir lo que haces sentir y no habrá cuerda que te sujete, ni polea oxidada que te avise, solo un gran vacío dentro, el que tú has provocado tantas veces.










Ese cruel cazador


Acompañada de penumbras, con la tenue luz de una vela con el fugaz vaivén de su efímera llama, el viento, el goteo constante de la lluvia sonando en el cristal, noche fantasmal, que acogedoramente admiro tras la calidez de mi ventana, balancea la llama vapuleada por el suave aire de un suspiro, no consigo hacer la maleta, regresar a mi vida, aun siento el cobijo de su abrazo en mi cama, sentir sus brazos entrelazados a mi cuerpo.

Aun duele pensar en él, aunque mi pluma satisfecha baila el consabido ritmo haciéndole el amor a el papel, de esa tinta solo sale soledad, recuerdos que con gusto llenaría un folio, lo enrollaría sobre si mismo, lo metería en una botella y echándolo al mar viendo como el viento la arrastra hasta verla desaparecer, que llegase a sus manos, que por unos minutos sintiese como me siento yo.

Quizás sea el no poder avanzar, pero esta noche me rompo como el estallido del relámpago.

El amor es maravilloso, mientras no pongas sentimientos en el, un cruel cazador, caprichoso, ebrio de un poder que sabe suyo y como tal contagia a todo aquel que le da la gana, un enfermero macabro que cura hiriendo.

Efímera vela encendida con horas de pasión y años de desamor que casi consumida se balancea queriendo seguir viva terminando por apagarse con calidas gotas entristecidas.

Y no amanece si el no quiere, traicionero, cruel, hace pasar noches despierta y días soñadores, alterna amor y odio, en medio, nos deja desamparados, en vereda estrecha que solo cuando estamos enamorados se convierte el un impresionante campo bello… y siempre acaba en siembra árida, desolador paisaje..
CARMEN

Condena

Es ese enemigo que llevo por dentro, el que me desarma en tu recuerdo, como una condena a evocaciones forzadas, maldito juez que me sentencio a recuerdo perpetuo.

Grilletes de días felices, elásticos momentos que dan de si exageradamente irreales, presa en un sueño tan deseado como inexistente.

En la horqueta de la prisión de tu mente, separaste dejando olvidada mi celda, llevando contigo la llave esa que cierra el cerrojo de eso que llaman amor.

Oigo tañir una campana fúnebre, lento el sendero del olvido derrota mi siguiente paso… y otro… y otro…

Aun si me transformo en luna eclipsando a ese sol que hasta ahora se superponía a mí, quiero dejarle atrás, forjar mis noches en una fuente de agua fresca, salir, poder respirar.

Hoy siento que no te he recordado hasta ahora, que ese recuerdo no hace soltar lágrimas, hoy leí tres palabras que no recordaba y mi mundo abrió la celda acercándome al fin a la esperanza, al menos asomo.

...

Contador

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